
La Nueva Escuela Secundaria requiere un estilo pedagógico más inclusivo
Por Marcelo E Albornoz
Introducción
Es tan compleja la agenda educativa que tememos priorizar algún tema en detrimento de otro. Independientemente de ello, consideramos que los problemas sociales y sus incidencias sobre los resultados educativos cada vez adquieren mayor relevancia y ameritan un impostergable tratamiento. Ante ello, focalizaremos nuestro escrito en el nivel medio, entre otras cosas porque está siendo objeto de una profunda reconstitución y porque además nos hemos desempeñado en ese sector y porque también ejercemos la docencia en el nivel superior, procurando formar a los futuros docentes del sistema .Por otro lado, en ese nivel escolar es donde se presentan los principales problemas.
Asimismo y coincidentemente, el Ministerio de Educación Nacional, a casi diez años de la sanción parlamentaria de la Ley de Educación Nacional , ha elaborado un paper denominado la “Nueva Escuela Secundaria “,que luego el CFE, lo materializó en sus lineamientos estratégicos para la Educación Secundaria Obligatoria.Como lo decíamos precedentemente , la nueva configuración de la secundaria ya tiene en su haber una cohorte completa como para revisar sus resultados .
En aquel paper se presentó un critico diagnostico a través de una serie de datos e indicadores de los cuales utilizaremos solo algunos como un recurso para analizar, relacionar e integrar algunos conceptos de la Sociología Educativa y a partir de ello generar algunas reflexiones y dejar planteados algunos interrogantes y posibles propuestas .
Para ello, procederemos a enunciar y recordar de manera somera el contenido del documento de referencia a los efectos de propiciar una profunda reflexión sobre nuestras praxis e intervenciones pedagógicas en el marco de los complejos contextos sociales que caracterizan la actualidad de muchas instituciones educativas.
A priori, nosotros somos conscientes que sin cambios estructurales que tiendan a revertir la situación de pobreza y desigualdad económica y cultural, la promoción social solo a través de lo educativo se hará mucho mas difícil: “Las sociedades económicamente avanzadas se caracterizan por el hecho de que la transmisión del capital cultural juega un rol determinante en la reproducción de la estructura social. Reproducción, no implica de ninguna manera ausencia de resistencia, de cambio, de distorsión, sino permanencia de una estructura de diferencia y de distancias”.
Por eso es que nos preguntamos ¿los docentes debemos contemplar las variables socioculturales en el proceso educativo, o simplemente tenemos que ceñir nuestra labor a la transmisión de contenidos y mantenernos socialmente neutrales? Por otro lado: ¿La visión del proceso pedagógico como algo exclusivamente cognoscitivo, es verdaderamente representativo del rendimiento y la idoneidad de los alumnos?, y finalmente ¿Cuál debe ser la actitud de la escuela ante los supuestos dilemas sobre formar o contener?
Si bien , ningún interrogante esta exento de intencionalidad , consideramos que éstos aspectos se erigen en un campo propicio de confrontación dialéctica y como actores principales , no podemos mantenernos al margen del dilema : “intervención pedagógica o neutralidad “ , por el contrario , creemos que la inclusión y la contemplación de la variable sociocultural en nuestras praxis nos permitirá desarrollar nuestra labor con un grado mayor de pertinencia y equidad educativa .
Para procurar responder a los precedentes interrogantes, creemos que es insoslayable considerar al menos tres aspectos: el primero de ellos se refiere al tratamiento educativo de la cuestión social .Puntualmente nos referimos a incluir en la curricula los temas sociales que nos afectan.
Segundo, posicionarnos como agentes socioculturales, si se quiere , como analistas simbólicos e intelectuales al servicio de los cambios y las transformaciones sociales .Por último , consideramos que no debemos relegar nuestra dimensión “científica”, porque como auténticos integrantes del escenario epistemológico educativo, también contribuimos a producir conocimiento desde el análisis de nuestras propias prácticas .En definitiva , debemos terminar de asumir una actitud protagónica a la hora de elaborar y rediseñar currículos pedagógicos o sea, no cediendo roles de directa incumbencia profesional sobre nuestras acciones y funciones.
Los problemas sociales en la escuela
Como lo sosteníamos en la introducción del presente, el Ministerio de Educación Nacional presentó a la Comunidad Educativa distintos documentos para generar el análisis sobre el nivel en cuestión. Para ello, remitió un documento preliminar que se denominó Nueva Escuela Secundaria (NES) .A partir del mismo, procuró generar las condiciones para la obtención del consenso necesario y así poder modificar algunos aspectos estructurales del Nivel Medio .Para ello, centró su fundamentación en tres factores prioritarios:
- Se referenció en la actual Ley de Educación Nacional (LEN) que estableció la obligatoriedad del secundario (que no es lo mismo que homogeneizar).Este solo hecho nos genera un gran desafío que implica nada menos que incluir y educar a todos.
- Contemplar el contexto social teniendo en cuenta los cambios socioculturales producidos en nuestro país en las últimas décadas cuyos principales aspectos se exteriorizan en las cuestiones de Diversidad e Inclusión.
- Por último, consideró y destacó como los principales problemas del sector a: la exclusión social; la baja calidad educativa y los graves fracasos escolares.
Asimismo los objetivos que se plantean en el documento NES anhelan alcanzar las siguientes expectativas de logro:
- Dar identidad y Reformular curricularmente a la NES.
- Generar un Modelo Institucional Inclusivo.
- Reconstruir la Autoridad Pedagógica.
- Fortalecer la capacidad Estatal.
Sin duda que los documentos son ambiciosos y nos generan distintas inquietudes, pero independientemente de ellas, los consideramos auspiciosos.
En cuanto a algunos de los indicadores sociales que se mencionan, para nosotros, la situación no es nueva y resulta más que evidente. Es más, Irrumpe en nuestras aulas cotidianamente y se manifiesta de diferente manera según las características de cada establecimiento educativo.
Cuando calificamos a los distintos hechos como “problemas sociales” no lo estamos haciendo como una mera adjetivación personal, sino que realmente constituyen problemas serios que ameritan un tratamiento profesional impostergable. Para ello, las ciencias sociales en general y la sociología en particular nos brindan distintas herramientas de abordaje como lo constituye el enfoque teórico de la Desorganización Social, éste considera a los problemas como el producto de un ciclo caracterizado por el cambio-desorganización-reorganización.
Esto significa que las alteraciones sociales provocan problemas que tanto las pautas como las prescripciones sociales no tenían previsto, ya sea por acción o por omisión, debilitando de esa manera a las normas e instituciones sociales existentes, tornándolas así en ineficaces para el tratamiento de las nuevas problemáticas.
Ante ello, seria pertinente preguntarse si la crítica situación social, como la pobreza y la indigencia con sus proyecciones sobre la cuestión educativa: ¿no son acaso indicadores explícitos de una “desorganización” que requiere de una reconstitución de todas las instituciones sociales en general y de la escuela media en particular?
Ante la situación social compleja que nos toca vivir y que hoy atraviesan a las escuelas, se nos plantean nuevos desafíos que la misma no puede ni debe soslayar, pero para ello hay que superar la tradición “normalista” según la cual la institución educativa solo debe limitarse a transmitir conocimientos, prescindiendo de otros tipos de abordajes delegados en otras instituciones sociales.
Por el contrario, nosotros consideramos que en este presente, la escuela debe proponerse, tanto la formación académica como el tratamiento de lo social, ya que en este sentido la educación tiene, por lo menos, dos dimensiones insoslayables, una de ellas es de carácter epistémico referida a uno de sus originarios e irrenunciables fines como lo es sin duda la enseñanza de los conocimientos científicos imprescindibles para poder comprender los tiempos históricos.
La otra dimensión es de carácter axiológica y actitudinal, a través de la cual debemos enseñar y poner en práctica los valores y las conductas humanas trascendentes para la Comunidad .De acuerdo a ello e independientemente de las distintas posturas sobre el particular, valores como la libertad , la responsabilidad , la justicia ,la paz ,la participación, la solidaridad social, la cooperación, la tolerancia y el merito, indefectiblemente deben formar parte del marco axiológico .
Su presencia y tratamiento educativo se hace indispensable porque los problemas sociales existen y nos interpelan a diario para que tomemos posición y decisión, pero de manera amplia y pluralista. Pero para poder materializarlo, debemos superar los planteos y debates filosóficos respecto de la falsa confrontación educativa entre los partidarios de posiciones antagónicas como lo son las posturas referidas a una escuela: “formadora vs. contenedora”, y no porque no lo amerite, sino porque mientras nos descalificamos retóricamente a través de ricas y sustanciosas disquisiciones, la realidad nos pasa por encima. Es por ello que debemos avanzar hacia una síntesis que contenga las dos posturas, respetando la rica tradición originaria de lo educativo como una aproximación a lo científico cultural, pero también incluyendo a lo ético moral y social como un aspecto central del actual proceso educativo.
Creemos que de esa forma se contribuye a la educación integral y no solo de mentes brillantes sino y por sobre todas las cosas de ciudadanos cívicamente comprometidos, culturalmente tolerantes y socialmente solidarios. Solo a través de esta perspectiva podremos contribuir a la superación de la dramática situación social.
Sinceramente consideramos que de no adoptarse posturas semejantes, fácilmente caeríamos en una actitud excluyente y expulsiva que debemos condenar y evitar porque: “Allí se produce, reproduce y estanca el resto social: una serie de categorías, mayormente de carácter suburbial, que luego detectaremos como población en riesgo (Castel, 1984). Para estos sujetos, se dice, el sistema no está preparado (…) En nombre de la homogeneidad, se segrega.”
En cuanto a la población económicamente activa se estima cerca de 1 millón de jóvenes entre 15 y 29 años no estudia ni trabaja ( los NI NI ) y en el mismo grupo etario la desocupación duplica a la tasa general.
Insistimos que la omisión de la problemática social por parte de la escuela puede contribuir a reproducir la violencia social, agudizando el estado de los sectores más desfavorecidos por su alto grado de vulnerabilidad.
Esta situación no es azarosa, se produce entre otras cosas porque estos sectores están menos preparados, ya que su bagaje cultural se relaciona poco o nada con los códigos culturales de los sectores medios y altos, sectores que siguen ejerciendo un fuerte predominio en la elaboración y mantenimiento tanto de la estructura como de la superestructura económico social y cultural respectivamente.
Esos grupos, los desfavorecidos y vulnerables, en palabras de Bourdieu están totalmente desposeídos de todo tipo de capital, capital como activo humano, y en este sentido se incluye tanto lo económico patrimonial como lo social y cultural. En consecuencia, el impacto social de estos temas en la escuela se manifiesta principalmente en fracasos escolares como las repitencias que en el sector público casi triplican al sector privado y llegan al 13,1% de la matricula. Algo semejante sucede en el nivel con la sobreedad y la deserción, cuyos porcentajes casi triplican a los del sector privado, con cerca del 46% de sus alumnos. Así lo ilustran algunos datos cuantitativos como por ejemplo la tasa de egreso, indicador que refleja el tiempo que tarda el sistema educativo nacional en los distintos niveles para obtener graduados. En el caso de la escuela primaria , según estadísticas oficiales son 8,3 años lo que se demanda .En cuanto al sector secundario la cifra se reduce a 7,5 años .Otro indicador alusivo lo constituye la “tasa de transición”, o sea la trayectoria de una comisión o cohorte y su respectivo desgranamiento .En el caso del nivel primario de cada mil ingresantes , solo egresan en tiempo y forma 600 , en cuanto al secundario , el desgranamiento es mayor ya que de 1000 ingresantes solo consigue egresar en los tiempos normados 400 estudiantes.
Ante lo precedente, consideramos que en principio los docentes debemos reconocer al fenómeno como socioeducativo, o sea algo mucho más complejo que lo meramente cognoscitivo, por lo tanto, como multicausal y multidimensional, solo a partir de esa cosmovisión podremos adecuar nuestras posturas y praxis para revertirlo.
Por otro lado, también tengamos presente que lo que antes funcionaba ahora no funciona, debiéndose principalmente su obsolescencia al enorme deterioro de lo social porque lo que cambió fue el contexto en donde nos debemos desempeñar signado por la exclusión.
Dado aquello , la situación requerirá medidas socioeducativas a tono .En principio y desde lo meramente escolar debemos reformular nuestras prácticas y abandonar o desandar aquella concepción memorística y descontextualizada de los aprendizajes y salir del isomorfismo : siguiendo la argumentación de la gran pedagoga Cecilia Braslavsky: “el isomorfismo ignora tres cuestiones claves de la docencia, la primera, que todo profesor es, ante todo, un docente, y después un docente en un área específica; la segunda, que la disciplina escolar difiere de la disciplina académica tanto en sus finalidades como en su organización; y la tercera, cuestión , tener siempre presente que para enseñar una disciplina escolar es necesario una base de formación más amplia e interdisciplinaria que la del mero dominio de la materia de referencia (Braslavsky, 1999 Ob, págs. 29-30).”. De acuerdo a ello es ineludible utilizar las problemáticas sociales y estudiantiles como fuentes de nuestras enseñanzas, porque solo así contribuiremos a superar la difícil situación.
Por ello, como sosteníamos precedentemente, el hecho de enfatizar nuestro rol como analistas simbólicos e intelectuales críticos, nos demandará reforzar nuestra dimensión y función política, replanteando aquellas prácticas que están más cercanas a una tradición normalista y disciplinadora que a un estilo pedagógico democrático y transformador. Parafraseando a Paulo Freire, sería algo así como recuperar nuestra intelectualidad, abandonando el rol tradicional de la educación “bancaria”, o sea, técnico instrumental circunscripto sólo a lo teórico y abstracto. Freire, nos enseñó a considerar a la educación como una verdadera praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo y así liberar al oprimido una vez que culmine el complejo proceso educativo de concientización .En definitiva, los docentes desde esta concepción, deberíamos interiorizarnos e involucrarnos en los distintos problemas sociales que aquejan a nuestras comunidades para propiciar a partir de allí tratamientos institucionales de transformación.
Por ello, sostenemos que debemos posicionarnos críticamente frente a los planes educativos, reinterpretándolos a nuestros contextos para poder así promover posibles desenlaces democráticos. Consideramos que con este tipo de postura podemos contribuir a generar un estilo alternativo de enseñanza y aprendizaje en donde la transmisión de información y conocimiento sea un aspecto más de lo educativo pero no su exclusiva y principal finalidad.
¿Por que lo sostenemos? , porque los docentes, cuando desarrollamos nuestras tareas, entendiendo por éstas a las distintas actividades que van desde la selección temática de los programas de estudio, la planificación de las clases, la selección bibliográfica y la elección de los distintos instrumentos educativos para desarrollar nuestra labor, optamos y decidimos que modelo didáctico asumiremos y que tratamiento le daremos a nuestros alumnos.
De acuerdo a ello, las acciones precedentes se constituyen en una “elección” de la política pedagógica que llevaremos adelante y ésta puede ser el producto deliberado de nuestras convicciones filosóficas educativas o la simple mecanización profesional. Sin duda, que ante ello, tenemos que resolver las seguras tensiones que se apoderarán de nosotros y optar por la adaptación de todo lo “escolar” en favor de las necesidades de los sujetos concretos del aprendizaje.
Enfoques curriculares y dilemas educativos
Ahora bien para abordar seriamente el tema, debemos salir de las acciones individuales y testimoniales de los docentes y no porque no sea loable y meritorio, sino porque solo con la inclusión y el tratamiento institucional de los distintos problemas sociales, generaremos las condiciones profesionales adecuadas para abordar la cuestión.
Para ello, lo primero que debemos considerar es que tipo de currículo y por lo tanto que rol docente nos permitirá erigirnos en una alternativa ante la homogeinización y la exclusión educativa.
Sabemos a priori, que existen muchas formas de nominar ideológicamente a las distintas posturas que procuran delimitar lo que se entiende por currículo, pero en este caso vamos a usar una dualidad nominativa que creemos las diferencia e identifica sustancialmente. Nos estamos refiriendo a la perspectiva curricular recibida y a su antagónica perspectiva reflexiva.
Esta categorización es simplemente un recurso de análisis, ya que podríamos haber utilizado las siguientes: currículo explicito versus oculto, currículo enseñado versus evaluado, currículo rígido versus flexible, currículo abierto versus cerrado. Todas aquellas acepciones en definitiva son representativas de lo que nos proponemos .Parafraseando al autor John Eggleston, la perspectiva recibida ,considera al conocimiento como un conjunto de saberes que nos es “dado” por especialistas y expertos , por lo tanto se convierten en innegociables y poco dialécticos . Dado aquello, abonan y sostienen la existencia de una fuerte división epistemológica y cultural entre quienes ejercen sus presuntas y exclusivas atribuciones de producir el conocimiento; de los que solo se encargan de su mera “transmisión” y de los que en última instancia son los simples receptores de ese saber, o sea nuestros “alumnos”.
En definitiva, los seguidores de esta concepción ideológica curricular, preconizan la existencia de estructuras de conocimiento independientes de las distintas intervenciones pedagógicas y didácticas de los docentes. De acuerdo a ello, y sin ahondar en tópicos que ameritarían un desarrollo de por si, posturas como aquella estarían relativizando o desconociendo, por ejemplo, la obra de Vygotski, y su concepción sobre las interacciones existentes entre el desarrollo y el aprendizaje. Sin pretender realizar un reduccionismo de la vasta obra de semejante autor, ambos temas forman lo medular de sus investigaciones y todo intento de recordar sus trabajos en este sentido lo consideramos loable y pertinente.
Nos referimos al concepto vigotskiano de zona de desarrollo próxima, a través de la cual el autor sostiene: “que no es otra cosa que la distancia que existe entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución del problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero capaz”. En otras palabras el concepto evidencia la maduración intelectual del alumno y su potencialidad para resolver situaciones problemáticas con o sin la intervención de “otro”. Estos hallazgos son de suma importancia para la actividad docente ya que él (maestro y profesor) es ese “otro significativo” y el manejo de esa información le permite saber que todos nuestros alumnos independientemente de lo homogéneo o heterogéneo y de las fuertes diferencias sociales cuentan a priori y a pesar de todo con esa capacidad intelectual de manera latente.
Por lo enunciado hasta aquí, la maduración por sí sola, no es capaz de producir funciones psicológicas superiores como lo son el empleo de signos y símbolos, éstos son el resultado de una interacción social y ello supone necesariamente la presencia de los demás. Por lo tanto, el desarrollo de las conductas superiores consiste en la incorporación e internalización de las pautas y herramientas sociales, ya que el alumno es un ser social, que vive en grupos y estructuras sociales y aprende de los otros por medio de las relaciones interpersonales y en este sentido, la inteligencia es un “producto social”.
Por el contrario, el enfoque reflexivo, difiere desde el mismo proceso de génesis curricular, en éste, se incorporan a la elaboración curricular a los docentes y hasta los alumnos en alguna de sus instancias. Por lo tanto, lo curricular se vivencia como un espacio de negociación, más participativo y consensual, evitando con ello esa visión durkheimniana de lo educativo .La perspectiva reflexiva cuestiona la supuesta rigidez social, por el contrario, considera a la realidad social como una construcción dialéctica.
Siguiendo con este análisis, no debemos parcializar el alcance del currículo, por el contrario, nuestras prácticas deben considerarlo en su sentido más amplio. Incorporando lo que cotidianamente viven, padecen y sienten nuestros alumnos.
Por ello consideramos que el currículum representa el campo político y pedagógico propicio para dar esa “batalla simbólica” y a partir de ello se nos debe erigir como un imperativo su cuestionamiento, porque es allí donde se deciden los campos de conocimiento y desde ellos se procura construir una concepción crítica de los modos en que las escuelas producen y reproducen significados acerca del mundo y por ende legitiman y distribuyen conocimientos. El desafío está fundamentalmente inscripto en el plano de la puja cultural y como sostiene Stenhouse: “Lo deseable en innovación educativa no consiste en que perfeccionemos tácticas para hacer progresar nuestra causa, sino que mejoremos nuestra capacidad de someter a crítica nuestra práctica a la luz de nuestras creencias y nuestras creencias a la a luz de nuestra práctica”.
Consideraciones Finales
A modo de reflexión final consideramos imprescindible el tratamiento de la inclusión educativa, pero para ello debemos superar el modelo de escuela republicana y sarmientina para colocarla al servicio de un proyecto de país cuyo modelo se exprese en la justicia social para nuestro pueblo. Lo afirmamos porque lamentablemente todavía muchos de nosotros conservan esa visión originaria con que fue concebida la función escolar.
Actualmente se nos han caído todos los modelos de escuelas, siendo las mismas atravesadas por la irrupción de escenas que plantean nuevos dramas y requieren de tratamientos especiales, por lo tanto, demandarán nuevos desafíos de abordaje en donde sin duda se deberá contemplar a lo social como un aspecto central e insoslayable del complejo proceso educativo.
Siguiendo con el devenir histórico, debemos tener en cuenta que nuestros alumnos, ya no responden a los cánones modernos, sino que son fruto de un proceso social que en nuestro país se remiten a por lo menos, los últimos treinta años, acontecimientos que provocaron el «fin del optimismo educativo» según lo consignó el profesor Daniel Filmus en la obra Para que sirve la Escuela. Allí se destaca el cada vez mayor impacto de las teorías reproductivistas sobre la educación; la debacle del Estado Benefactor y por último el desfasaje existente entre lo que la escuela ofrece y lo que demanda la sociedad.
Este dilema, el de contemplar o no el contexto social de los jóvenes en el proceso de enseñanza y aprendizaje se nos presenta en cada reunión institucional, en donde nos enfrentamos y muchas veces de manera estéril, entre los que planteamos un tratamiento especial, ameritado por las particularidades del problema y aquellos que se mantienen intransigentes a todo contemplación de lo social en la elaboración de estrategias pedagógicas.
Por ello ¿Sería osado pensar que las situaciones problemáticas de «nuestros» alumnos son síntomas manifiestos del malestar social?, cuando decimos malestar social nos referimos concretamente a la estructura social y su correspondiente » arbitrio cultural».
Estos chicos, nuestros alumnos, encuentran muy pocos espacios de contención y atención, refugiándose casi exclusivamente entre sus pares adolescentes. Por ello creemos que la escuela no debe prescindir de su importante función socializadora y evitar dejar así a la deriva a nuestros niños y jóvenes.
Ante lo prescripto, seria apropiado considerar aunque sea a modo de especulación que por la vorágine cultural y social, será cada vez más dificultoso contar con el pleno apoyo, respaldo y acompañamiento sociofamiliar.
De acuerdo a ello: ¿La escuela podrá prescindir de sus funciones socializadoras? ; ¿Se puede educar, formar e instruir sin socializar? .Ante este escenario, el sistema educativo y la institución escolar que por lo menos no se plantee éstas dudas organizacionales y procure «reinventarse» para volver a ser un interlocutor válido tanto para la sociedad como para nuestros alumnos, por lo menos, creemos que adopta una actitud disciplinadora y reproductora y esto pasa, porque muchos de nosotros no estamos percibiendo que la diversidad cultural y la desigualdad social ya forman parte de nuestro escenario y que lo «excepcional» de otrora cada vez es más cotidiano, requiriendo un abordaje que como lo sostuvimos hasta ahora contemple la humanización de la relación educativa .De acuerdo al autor Giroux ,la importancia del rol intelectual de los docentes se destaca en principio por ser una función eminentemente “humana” ,por lo tanto ,el énfasis de este aspecto no es casual , sino que es en oposición al rol instrumental sostenido por las ideologías “eficientistas-normalistas”.La función docente debe caracterizarse por una praxis profundamente crítica de sí y del contexto, solo así se darán las condiciones para construir una sociedad libre y democrática . Por eso creemos que de esta forma las instituciones escolares no omitirán el abordaje de las dimensiones políticas, económicas y sociales de la comunidad, posicionando como un ámbito en donde críticamente se reflexiona y se propician canales de inclusión participación y transformación social.
Por otro lado, debemos reconocer al fenómeno socioeducativo como multicausal, complejo y multidimensional, porque lo que antes funcionaba ahora no funciona, debido al enorme deterioro de lo social porque lo que cambió fue el contexto en donde nos debemos desempeñar signado por la exclusión. Sin dudas, ésto requerirá medidas socioeducativas a tono, por lo tanto debemos repensar nuestra practica y utilizar las problemáticas sociales y estudiantiles como fuentes de nuestras enseñanzas, problematizarlas y abordarlas, solo así contribuiremos a superar el presente.
Por último, y como ya nos explayamos, debemos reconsiderar los aspectos curriculares y lo debemos hacer porque es tan compleja la realidad social que no puede ni debe contemplarse solo a partir de lo experimental como nos propone el paradigma educativo cientificista , frente a lo estático de esta visión unidimensional, el profesor Mario Peresson ( salesiano de Don Bosco) sostiene : “ se ha ido gestando una filosofía dialéctica de la praxis, que busca entender la realidad, desentrañar sus mecanismos y dinámicas internas , y, a partir de ahí, plantear la transformación liberadora de la sociedad”
Para concluir , somos conscientes que las alternativas precedentes, son solo bosquejos iniciantes y las reflexiones preliminares que se nos plantean desde esta instancia ,sin duda, merecerán un grado mayor de discernimiento, tanto sobre nuestras convicciones como sobre nuestras practicas pedagógicas. Por lo tanto, no las consideremos respuestas absolutas, por el contrario, creemos que tendrán un carácter de duda metódica y de iniciante provocación que ofrecemos y dejamos expresadas para continuar con el debate.